No te cambio por otro

Me he tomado la mañana libre y como tantos de vosotros, se supone que tenía que estar haciendo la maleta y con un pie en la puerta para irme a mi pueblo a tomarme las uvas, pero una que es workalcoholic y un poco pringui se ha liado las palabras a la cabeza, ha puesto cara de #dramaqueen y ha anunciado café en mano a lo Escarlata O´Hara : nos vamos mas tarde, tengo que cerrar el año con un post, ¡o no volveré más! 



2013 ha sido como una institutriz rusa de pasado militar, dispuesta a repartir collejas en cuanto levantas la cabeza del libro, pero con la que, efectivamente, he aprendido mogollón. He trabajado, una vez más, algo mas de lo que me gustaría, he tenido cada berrinche histórico con la frecuencia horaria y la fuerza de un tren de mercancías, he tomado decisiones de esas de corbata de piel bien ajustada al cuello, y me he reafirmado, pues por lo que se ve, me encanta lo que hago, no habría otra manera de manejarlo, no existe.


Por contra también he hecho el loco como si el mundo se acabase mañana mismo. He viajado, derrochado, y apurado la alarma del despertador todo lo que he podido. He perdido vergüenza, eso dicen mis sombrereras llenas y la cantidad de purpurinas y lentejuelas que no se van de mi armario a pesar de las tendencias. He dejado de poner cara bonita a todo el mundo, mas por cansancio que por altanería, todo sea dicho. Y levanté mi propio látigo, el que más dolía, un par de metros, o cuatro.


Con la misma intensidad que tienen mis cabreos, he intentado pasar buenos momentos, de esos de agujetas en los maxilares de reírme y decir que si a tomarse la penúltima un poco mas allá. He podido decir adiós para siempre con todo el amor del mundo, consciente, sabiendo que era lo mejor que podía pasar. Aprendí que me gusta que me digas que todo está bien, y en vez de discutirlo, darte la razón, y verlo con mis ojos, -es verdad, todo está bien-.
Y te he besado sin parar, con la excusa de probar la efectividad de la fórmula de un nuevo bálsamo labial.


Sea como sea, querido 2013, siento no darte el réquiem nostálgico y lacrimoso que a estas alturas del año le dedico a cada uno de tus antepasados. Por primera vez, tengo la certeza de mirar al futuro, y espero con tantas ganas e ilusión el 2014 que, sin intención de quitarte méritos, y sabiendo lo que me espera, perdóname que solo piense en este año nuevo.


No olvidaré todo lo aprendido, y espero ser digna alumna de este entrenamiento intensivo de doce meses que aún me tiene con la caja de vendas en la mesilla. Recordaré esos ejercicios de trabajo duro, esos deberes para hacerse cada día mas fuerte, todas esas diapositivas que me has regalado en cada viaje, todo lo que he crecido contigo, todo lo que aprendí, y el valor que nos diste para saltar a la piscina juntos, así de locos, así de felices.

No te cambio por otro, 2013.


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